Hoy es el Día Mundial sin Alcohol, una oportunidad para reflexionar sobre la manera de comportarnos ante una sustancia que tiene unas características específicas y que se diferencia en gran medida de otros tipos de consumo. Es una buena oportunidad para fijarse más en su cotidianidad vinculada a nuestros hábitos culturales y en sus posibles consecuencias; preocuparse por cuáles serán los efectos de consumir alcohol a edades tempranas; pensar en lo que supone para un menor o una menor estar rodeado de personas adultas que consumen alcohol con frecuencia, en los establecimientos que no respetan el límite para la venta de alcohol, en los bares que sirven alcohol sin control de la edad o en el amigo o amiga que dice que “controla” para conducir, a pesar de haber tomado tres o cuatro copas.
El consumo de alcohol cuenta con una alta aceptación social, cuya consecuencia directa es una percepción del riesgo muy baja. A modo de muestra valga este dato: hasta seis de cada diez menores de edad opinan que tomar cinco o seis copas el fin de semana no causa problemas. Lo cierto es que el modelo de consumo de fines de semana en las edades más jóvenes es percibido como algo recreativo, lo que conlleva a la falsa creencia de que difícilmente pueda convertirse en una adicción.
Por tanto, la normalización de esa práctica puede estar retrasando, en muchos casos, la demanda de un tratamiento para un consumo problemático de alcohol. De hecho, es la sustancia en la que transcurre un mayor lapso de tiempo entre la edad de inicio al consumo y la de la primera demanda de tratamiento: una media de 26 años entre uno y otro paso.
Conocer estas casuísticas responde a un compromiso del Gobierno de Andalucía para analizar los patrones y hábitos de consumo entre la población andaluza. Desde finales de los años ochenta, la Junta ha realizado hasta once estudios bienales de este tipo y en 2012 publicaremos el siguiente. Estas cifras permiten a la Administración autonómica desarrollar todo tipo de actuaciones centradas en un consumo que requiere un abordaje diferente, tanto desde el punto de vista de la prevención como de la atención. En toda la Comunidad Autónoma hay centros públicos de tratamiento, con profesionales que asesoran y atienden las demandas en función de las particularidades de cada caso. Existen también servicios especializados de información que responden a todo tipo de dudas relacionadas con el alcohol y en casi todos los municipios, y en la mayoría de colegios públicos, se realizan programas de ocio alternativo y actividades para fomentar estilos de vida saludables.
Aproximarnos al consumo de alcohol requiere, indudablemente, acercarnos a los espacios privados de consumo, al ámbito de las familias, reflexionar sobre el papel que desempeñan en la transmisión de determinadas actitudes y comportamientos relacionados con el alcohol, y analizar su papel como agente activo en la prevención, reducción o supresión de factores que favorezcan el consumo.
Por ello, en un día como hoy hay que fijarse en lo que ocurre en nuestro entorno, pero también en las prácticas individuales. Recapacitar sobre los comportamientos de riesgo bajo los efectos del alcohol, como conducir o mantener relaciones sexuales. Y pensar en los discursos de determinados sectores de la sociedad que, cuanto menos, son paradójicos y ambivalentes. Mientras lanzan mensajes sobre la moderación del consumo, defienden las propiedades de estas bebidas como alimento y como medio para relacionarse...
Dejemos de extender esos puntos suspensivos. Y no bajemos la guardia ante el consumo de alcohol y, mucho menos, ante consumos abusivos.
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