Hoy, Día Internacional de la Discriminación Racial, es uno de esos días
para pensar en Andalucía, pero
también para dirigir la mirada hacia el exterior, hacia ayuntamientos de otras
comunidades autónomas y hacia otras partes del mundo y países de nuestro arco
mediterráneo. Para encontrar la respuesta al motivo de esta fecha, tenemos que
situarnos en un día como hoy de 1960. Ese día, la policía abrió fuego y
mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra las leyes de países del
apartheid que se realizaba en Sharpeville (Suráfrica). Han pasado cincuenta
años y, a pesar del esfuerzo internacional para eliminar todas las formas de
discriminación racial, en muchas regiones, muchos hombres y mujeres, sufren la
ilógica injusticia que supone el racismo.
En la actualidad,
no hace falta irse muy
lejos para embarcarnos en un triste viaje que recupera discursos más propios de
movimientos populistas y xenófobos que creíamos extinguidos, como utilizar, en
campañas electorales, espinosas propuestas de revisión del Tratado de Schengen,
“si a través de las fronteras exteriores
de la Unión Europea se siguen colando inmigrantes”. Sin duda, hay
palabras que duelen y hechos que hacen mucho daño.
Cuando la economía
crecía y generaba empleo, necesitábamos "mano de obra" que se ocupara
de aquellos trabajos que rechazábamos. Y no es justo utilizar la situación económica para colocar en la diana a
la población inmigrante como causa de la imposibilidad de mantener los niveles
de protección social. Me pregunto cómo se puede educar en el respeto, la
solidaridad y la integración si hay países o ciudades o pueblos que ponen en
marcha políticas de desahucios colectivos, que arrasan campamentos, que cortan
el suministro de luz y agua, que no ofrecen alternativas, que ni tan siquiera
han planteado un plan de inclusión social e inserción laboral, que muestran un
nulo interés por conocer prácticas exitosas desarrolladas en otros países...
Por lástima, sobran las palabras y hay que recurrir a unos tristes puntos
suspensivos.
Para conmemorar
esta fecha, seguramente habrá medios de comunicación que muestren alguna
escalofriante imagen de
prácticas racistas y actitudes xenófobas consecuencia de injustas leyes todavía
perennes en países de África y Asia. Afortunadamente, también habrá medios que
se hagan eco de multitudinarias manifestaciones en contra de cualquier tipo de
discriminación racial. Como dijo José Saramago: “todas las protestas, todos los clamores, todas las proclamaciones
contra el racismo y la xenofobia son justas, necesarias y bienvenidas”.
Conmemorar el Día Internacional de la
Discriminación Racial también requiere una mirada a nuestro entorno más cercano
y reflexionar en los cambios que la sociedad andaluza ha experimentado en esos
aspectos quizá menos visibles e intangibles de los andaluces y las andaluzas.
Nuestra Comunidad ha ido descubriendo la riqueza de una sociedad intercultural
mientras se desarrollaban políticas públicas que luchaban contra todo tipo de
desigualdades, apostando por la igualdad de oportunidades para todas las
personas e incorporando medidas específicas para minorías y grupos más
desfavorecidos.
Andalucía ha sabido incorporar la riqueza de la diversidad
cultural a nuestro capital social, promoviendo la atención a las personas que
residen en nuestra comunidad autónoma, sin importar su origen o características
socioculturales; y fomentando los valores vinculados al respeto a la diferencia
en el marco de los derechos humanos. Tal vez sea el momento en que Europa y
España deban mirar hacia Andalucía en estas políticas.
Es cierto que no está todo hecho ni
podemos caer en la autocomplacencia, pero tenemos un amplio camino recorrido en
integración social, en incorporación laboral o en intervención integral, que
nos permiten ser una sociedad en progreso, plural y tolerante. Andalucía debe
mantener su marca propia como tierra de acogida, que sabe convivir entre
diferentes culturas y que confía en la igualdad plena entre todas las personas,
vivan donde vivan y sean de la procedencia que sean. El reto de hoy jamás puede
ser un reto que ya habíamos superado anteriormente, una vuelta al pasado...
Como
ven, una vez más sobran palabras y hay que recurrir a los puntos suspensivos.
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